Comentario
Hacia mediados de los años treinta, Londres trató de hallar una solución duradera. En medio de los graves disturbios de 1936, nombró la Comisión Peel, que dictaminó la conveniencia de partir Palestina en dos Estados. Peel, asesorado por sionistas, preveía la transferencia de grandes masas de población de uno a otro "Estado" futuro, uno de los objetivos acariciados desde siempre por el sionismo: "limpiar" de árabes Palestina, deportándolos a los Estados vecinos. La Agencia judía aceptó el plan, pues veía en un Estado nacional, por minúsculo que fuera, el trampolín desde el cual expandirse posteriormente. Por el contrario, los árabes lo rechazaron.
No cesaron las acciones terroristas de unos y otros. La Haganá se apartó de su fingida política de moderación y, en agosto, respondió al asesinato de dos enfermeras y cuatro hombres en Monte Carmelo y un niño en Tel Aviv, colocando bombas en viviendas árabes al norte de Yafa y matando a varios árabes. Por esos días, los terroristas de la Irgun, en colaboración con la Haganá, emboscaron el tren de Yafa y mataron a un armenio. Luego asesinaron a dos árabes cerca de Petach Tivka. El 11 de noviembre, mataron a dos árabes en la estación de autobuses en Jerusalén. El 14 de noviembre fue para la Irgun "el Día del Fin de la Moderación", alcanzando el estrellato del terrorismo mundial. Días antes, cinco trabajadores judíos del kibutz de Kiryat Anavim habían sido asesinados por una banda de terroristas árabes. En venganza, David Raziel, planificó una operación llamada "Domingo Negro" contra objetivos indiscriminados, destinada a sembrar el terror entre los árabes, que quedaron sobrecogidos por decenas de muertos diseminados por toda Palestina.
La represión policial desatada por la administración británica después del "Domingo Negro" obligó a los terroristas judíos a replegarse y pasar a la inactividad durante ocho meses. Pero en el verano de 1938 volvieron las bombas a mercados, mezquitas y estaciones.
Para burlar a la policía, la Irgun operaba con grupos de tres individuos: uno llevaba las armas, otro las disparaba o explosionaba y el tercero se ocupaba de hacerlas desaparecer tras el atentado. Si el asesino era capturado, estaría desarmado.
La violencia de aquellos años produjo cambios en la estrategia de la Haganá. A principios de 1939, Ben Gurion encargó a Yitzak Sadé la creación de tres grupos ultrasecretos, los Pu'm (peulot meyubadot), que eran los responsables de hacer los trabajos sucios: ejecutar las represalias más sangrientas y eliminar a informadores. La Haganá se internó en el mundo del terrorismo, pese a que aún criticaba a la Irgun. A mediados de 1939, los Pum secuestraron y asesinaron a cinco campesinos de Balad as Sheij, en represalia por la muerte de un conductor de trenes judío. Pocos días más tarde, mataron a tres árabes e hirieron gravemente a otros tres en Lubiya, vengando a un miembro del kibutz Afikim.
Para entonces la revuelta árabe estaba acabada. La dura represión británica, las luchas intestinas y el caos creado desmayaron la resistencia antisionista. A fines de 1937, Londres había dado marcha atrás a la idea de la partición, pero su secretario de Colonias, William Ormsby-Gore, antiguo sionista, dimitió desesperado: "Los árabes son traidores e indignos de confianza, los judíos son codiciosos y, cuando se los libera de la persecución, agresivos. A los árabes no puede confiarse el gobierno de los judíos del mismo modo que a los judíos no puede confiarse el gobierno de los árabes".
En mayo de 1939, Londres publicó su Libro Blanco sobre Palestina, reconociendo las reclamaciones árabes. Limitaba la inmigración judía, la venta de tierras a los hebreos y prometía un Estado palestino en diez años. Pero no logró contentar a ninguna de las partes. Los árabes no estaban de acuerdo en la limitación, que aún permitiría la entrada en Palestina de 75.000 inmigrantes y, además, veían muy lejos la constitución de su Estado. Aceptaron la decisión de la metrópoli porque sus líderes estaban presos o exiliados, registraban profundas divisiones internas y habían sufrido enormes pérdidas económicas.
Entretanto, los judíos perdían sus esperanzas de poder constituir y gobernar un país. Dentro de la Irgun se entabló una batalla ideológica entre quienes creían que el principal enemigo eran los árabes y quienes sostenían que eran los ingleses. El 19 de mayo, dos días después de difundirse el Libro Blanco, David Raziel, comandante de la Irgun, fue detenido por los británicos. Hanoch Kalai, su segundo, se encargó de las represalias: en el verano destruyeron centrales telefónicas y transformadores, dejando incomunicada y a oscuras a parte del país. Una mina, colocada cerca de la muralla de Jerusalén, mató a cinco civiles árabes, pero les quedaba poco tiempo de vida. El 3 de agosto de 1939, la policía británica irrumpió en una reunión y detuvo a los principales dirigentes: Kalai, Stern, Heichman terminaron en prisión. La organización quedaba acéfala y sus militantes dispersos.